la persistencia de la memoria
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A cierta hora, un bisabuelo encuentra a su bisnieto. El bisabuelo está completamente chocho (sus pensamientos son del color del agua) y sonríe con la misma beatífica sonrisa de su bisnieto recién nacido. El bisabuelo es feliz porque ha perdido la memoria que tenía. El bisnieto es feliz porque no tiene, todavía, ninguna memoria.
He aquí, pienso, la felicidad perfecta. Yo no la quiero
Desmemoria Eduardo Galeano
La memoria es una de las potencias del alma y esta estrechamente ligada al aprendizaje. Por eso es difícil imaginarse a un pueblo que aprenda si no recuerda.
Leer el libro titulado “Videla”, del gran poeta cordobés Alejandro Schmidt, me deja una gran incomodidad: no es un libro que nos calme, no usa lugares comunes, extorsiones emocionales; no da golpes bajos, no nos deja tranquilos diciendo que estamos haciendo lo adecuado.
Es un libro incomodo.
Incómodo porque el libro está lleno de preguntas. Porque allí el autor parece querer ponerse y ponernos a prueba.
Ponerse en tensión, salirse del lugar común, preguntarse quién soy, que estaba haciendo el 25 o el 23 de marzo del 76, que estoy haciendo ahora, quienes son mis muertos, que estoy pidiendo cuando pido justicia.
Plantearse la dictadura no sólo como algo histórico y político, sino también como algo personal que atravesó la vida de todos los que habitaban y habitan este país, hayan nacido y vivido esa época o no, desaparecidos o no, presos o no, exiliados o no, perseguidos o no, señoras de sus casas o no, enterados de tanta atrocidad
o no.
Es un libro incomodo. Incómodo porque nos dice que Videla también es parte de nosotros, de lo que fuimos, de lo que somos, de lo que queremos o no ser como personas, como país. Parte de nosotros no porque coincidamos sino porque sus acciones, y las de tantos más junto a él, nos han marcado de manera indeleble.
Es parte de nosotros porque es parte de nuestra historia individual y colectiva.
En ese sentido el libro es diferente: no esta escrito desde el centro mismo de las cosas, sino desde el margen; no es un protagonista quien lo enuncia, es un extra que ha visto la escena desde un costado (aunque no desde afuera) y se pregunta ahora quién era y quién es; quiénes éramos para que pasara eso en nuestro país. Quiénes somos ahora, quienes tendremos que ser para que nunca más sucedan estas cosas.
Es incomodo ver ciertas cosas, es verdad, pero tenemos que ponerle el pecho al asunto y hablar de esto, hablar y seguir hablando desde la honestidad más serena y verdadera; hacernos cargo de que el sol no se tapa con un dedo, de que es necesario ver para actuar, de que -aunque no veamos- lo que pasa a nuestro alrededor se nos filtra por los poros, se instala en los cimientos de todo lo que hacemos.
Hablar, reconocer, pensar, hacer.
Recordar.
Y no asistir impasibles a esta escena nunca más.
Seguir el ejemplo de esas que fueron llamadas locas
cuando se negaron a olvidar
*"Temporada de migrañas"columna para el programa radial "Sangre de monos" http://www.subcodefiestas.com.ar/
A cierta hora, un bisabuelo encuentra a su bisnieto. El bisabuelo está completamente chocho (sus pensamientos son del color del agua) y sonríe con la misma beatífica sonrisa de su bisnieto recién nacido. El bisabuelo es feliz porque ha perdido la memoria que tenía. El bisnieto es feliz porque no tiene, todavía, ninguna memoria.
He aquí, pienso, la felicidad perfecta. Yo no la quiero
Desmemoria Eduardo Galeano
La memoria es una de las potencias del alma y esta estrechamente ligada al aprendizaje. Por eso es difícil imaginarse a un pueblo que aprenda si no recuerda.
Leer el libro titulado “Videla”, del gran poeta cordobés Alejandro Schmidt, me deja una gran incomodidad: no es un libro que nos calme, no usa lugares comunes, extorsiones emocionales; no da golpes bajos, no nos deja tranquilos diciendo que estamos haciendo lo adecuado.
Es un libro incomodo.
Incómodo porque el libro está lleno de preguntas. Porque allí el autor parece querer ponerse y ponernos a prueba.
Ponerse en tensión, salirse del lugar común, preguntarse quién soy, que estaba haciendo el 25 o el 23 de marzo del 76, que estoy haciendo ahora, quienes son mis muertos, que estoy pidiendo cuando pido justicia.
Plantearse la dictadura no sólo como algo histórico y político, sino también como algo personal que atravesó la vida de todos los que habitaban y habitan este país, hayan nacido y vivido esa época o no, desaparecidos o no, presos o no, exiliados o no, perseguidos o no, señoras de sus casas o no, enterados de tanta atrocidad
o no.
Es un libro incomodo. Incómodo porque nos dice que Videla también es parte de nosotros, de lo que fuimos, de lo que somos, de lo que queremos o no ser como personas, como país. Parte de nosotros no porque coincidamos sino porque sus acciones, y las de tantos más junto a él, nos han marcado de manera indeleble.
Es parte de nosotros porque es parte de nuestra historia individual y colectiva.
En ese sentido el libro es diferente: no esta escrito desde el centro mismo de las cosas, sino desde el margen; no es un protagonista quien lo enuncia, es un extra que ha visto la escena desde un costado (aunque no desde afuera) y se pregunta ahora quién era y quién es; quiénes éramos para que pasara eso en nuestro país. Quiénes somos ahora, quienes tendremos que ser para que nunca más sucedan estas cosas.
Es incomodo ver ciertas cosas, es verdad, pero tenemos que ponerle el pecho al asunto y hablar de esto, hablar y seguir hablando desde la honestidad más serena y verdadera; hacernos cargo de que el sol no se tapa con un dedo, de que es necesario ver para actuar, de que -aunque no veamos- lo que pasa a nuestro alrededor se nos filtra por los poros, se instala en los cimientos de todo lo que hacemos.
Hablar, reconocer, pensar, hacer.
Recordar.
Y no asistir impasibles a esta escena nunca más.
Seguir el ejemplo de esas que fueron llamadas locas
cuando se negaron a olvidar
*"Temporada de migrañas"columna para el programa radial "Sangre de monos" http://www.subcodefiestas.com.ar/
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