Operación masacre

Pensando en la temporada de migrañas de esta especie de programa temático, y con la idea de hablar de Rodolfo Walsh rondándome me vinieron, más que certezas, montones de preguntas: ¿Qué se yo de periodismo? ¿Qué se yo de Walsh? ¿Quién soy para hablar de estos temas? ¿No era esta una columna literaria?


Esta ultima pregunta es la que menos ruido me hace, ya Walsh era un escritor interesantísimo: entre otras cosas se adelanto por casi una década a Truman Capote en la escritura de la primera novela de no- ficción, también conocida como "ficción periodística" o “novela testimonio”, que hubo en la historia.
Operación masacre, la novela en cuestión, cuenta la historia del fusilamiento ilegal de civiles en José León Suárez en junio de 1956 a través de los pocos y fragmentarios testimonios de sobrevivientes, esos siete fusilados que vivieron de milagro, y de su propia experiencia en la búsqueda exhaustiva de estos datos. Es una novela policial y un testimonio único a la vez. Estremece el solo hecho de saber que fue tan real como cada uno de nosotros, como los golpes de estado en el país, agujeros negros que parecen absorber toda luz cercana…

Es muy interesante también entender a través de sus páginas como cada una de nuestras verdades es también una parte fragmentaria de algo allá afuera, un algo construido con otras miradas parciales como la nuestra, nos habla de cómo es necesario relativizar cada punto de vista y enaltecerlo a la vez, porque cada mirada encarna algo de verdad aunque sea fragmentaria.

Aquí les leeré un fragmento de operación masacre que muchos coinciden en describir como uno de los testimonios mas conmovedores, en él uno de los fusilados ha quedado tirado en el piso tras la balacera e inexplicablemente está ileso. Boca abajo, comprende que están rematando a los caídos y que ahora le toca a él

Dice:
Don Horacio comprende, en un destello de lucidez. El tiro de gracia. Están recorriendo cuerpo por cuerpo y ultimando a los que dan señales de vida. Y ahora... 
Sí, ahora le toca a él. La camioneta se acerca. El suelo, bajo los anteojos de don Horacio, desaparece en incandescencias de tiza. Lo están alumbrando, le están apuntando. No los ve, pero sabe que le apuntan a la nuca. 
Esperan un movimiento. Tal vez ni eso. Tal vez le tiren lo mismo. Tal vez les extrañe justamente que no se mueva. Tal vez descubran lo que es evidente, que no está herido, que de ninguna parte le brota sangre. 
Una náusea espantosa le surge del estómago. Alcanza a estrangularla en los labios. Quisiera gritar. Una parte de su cuerpo –las muñecas apoyadas como palancas en el suelo, las rodillas, las puntas de los pies– quisiera escapar enloquecida. Otra –la cabeza, la nuca– le repite: no moverse, no respirar. 
¿Cómo hace para quedarse quieto, para contener el aliento, para no toser, para no aullar de miedo? 
Pero no se mueve. El reflector tampoco. Lo custodia, lo vigila, como en un juego de paciencia. Nadie habla en el semicírculo de fusiles que lo rodea. Pero nadie tira. Y así transcurren segundos, minutos, años... 
Y el tiro no llega. 
Cuando oye nuevamente el motor, cuando desaparece la luz, cuando sabe que se alejan, don Horacio empieza a respirar, despacio, despacio, como si estuviera aprendiendo a hacerlo por primera vez.

Qué agregar oyentes… Después de pensarlo un poco me queda claro que no puedo hablar técnicamente sobre el periodismo ya que ni los estudios ni el oficio o la experiencia me avalan todavía.
y también me queda claro que no soy una voz autorizada para hablar de Walsh por esas y otras miles de razones, pero en líneas generales ustedes, nosotros y ellos, todos, podemos tener puntos de contacto, cualquiera sea nuestro oficio, si miramos atentamente quizás podamos entender el deseo de documentar, la necesidad de vencer a la muerte, a la mentira, al silencio y al olvido a través del testimonio.

Cada quien desde sus pies, piel adentro, puede verse, puede saber que atestiguar es mas que no callar, es no mirar para otro lado, es no dejar que las cosas mueran o se desvanezcan o que otras vidas pasen por este mundo sin dejar una huella por lo menos breve.

Va entonces este pequeño abrazo en el aire para aquellos que han hecho del testimonio y la investigación periodística su trabajo y también para aquellos y aquellas que en las pequeñas cosas han querido alguna vez, vencer a la muerte.

(
*) columna "temporada de migrañas" emitida en el programa radial "Sangre de monos"

You Might Also Like

0 tenían algo que decir: