El arte de narrar

“Yo Tarzán, tu Jane” dice el rey de los monos en su primer encuentro con la señorita Porter.

Algunos dicen que, en el momento previo a esta burda introducción, Tarzán había estado practicando horas frente al espejo saludos elocuentes, chistes graciosisimos y maravillosas historias sobre la vida en la selva, pero que al momento del encuentro sólo pudo enmudecer y con mucho esfuerzo decir esas cuatro palabras con cara de daltónico tratando de resolver un cubo mágico. Y mientras tarzan repite esas cuatro palabras una y otra vez ella lo mira y revolea los ojos.

Me imagino que la conversación no debe haber sido de lo mas interesante pero lo que quizás Jane no entendía es que manejar las palabras no siempre es algo sencillo.
En su único libro de poemas llamado “El arte de narrar”, Saer, muestra de alguna manera que ese arte es uno pero es a la vez muchos, tantos como voces haya.
Los grandes temas estas casi siempre establecidos, ya se sabe: el amor, el dolor, la muerte, la poesía, etc.; lo importante no es dar con un tema original sino con una mirada y una voz propia porque eso sí es algo que podemos compartir y que a la vez es absolutamente original, en tanto que nadie ve el mundo exactamente del mismo modo que cada uno de nosotros lo ve.

También habla de cómo el idioma, algo que inicialmente no elegimos, determina nuestra manera de pensar, y de cómo es importante, pero no absoluto,

Como dice en uno de los poemas:

cada uno crea

de las astillas que recibe

la lengua a su manera

con las reglas de su pasión

-y de eso ni Emmanuel Kant estaba excento. 


El idioma, la lengua, es algo heredado pero también algo que construimos cada vez que abrimos la boca para hablar.

Por cierto que parece fácil, pero narrar es un arte sin caminos sencillos, sin resultados predecibles. Dice Saer en otro poema
Nado

en un río incierto que dicen que me lleva del recuerdo a la voz 

En ese río se nada con la esperanza de lograr algo, pero sin saber si uno va a llegar a algún lugar, si se logrará plasmar ese recuerdo que se transforma en voz, a veces real, a veces falso y a veces ambos, o como mejor dice Saer en otro de sus poemas:

Llamamos libros
al sedimento oscuro de una explosión
que cegó, los ojos y la mente y encaminó la mano
rápida, pura, a almacenar
recuerdos falsos
para memorias verdaderas. 


al narrar a veces este recuerdo falso ennoblece a la mentira porque deja entrever algo de verdad en el artificio.

A Jane Porter le gustaba el sudoroso hombre mono y por ello hacía caso omiso de su inutilidad al habla, pero no veía que Tarzan aprendía un idioma nuevo y ya es difícil expresar cosas en el idioma propio, más aún en uno ajeno.

Vaya entonces un agradecimiento a los artistas que aun con la dificultad del oficio nos dejan historias y poemas, pensamientos… palabras siempre, en los libros que leemos.

Y a los que no se rinden en el intento, que trabajan con la palabra con la misma energía que un escultor la piedra. A aunque lo que salga sea un masacote duro algún día la palabra nos va a regalar la dicha de haber logrado una escultura.



*columna para el programa radial "Sangre de monos" www.subcodefiestas.com.ar

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